Un
recuerdo al inmenso Neruda ahora que están exhumando su pobre
cadáver.
Lo
contrario de un recitador de la talla de Pío Muriedas, rapsoda de
procedencia bilbaína que paso media vida declamando versos de
insignes poetas por los tugurios de la capital cantabra, era Pablo
Neruda – que declamaba sus propios versos con una monotonía
insufrible – pero aún así ni siquiera el propio poeta chileno
pudo disminuir la excelente calidad de sus poemas; sobre todo de los
incluidos en su libro “Residencia en la tierra”. Este libro
contiene, a mi juicio, todos los sustantivos, todas las imágenes de
la nostalgia, todas las incidencias de la pasión amorosa - tanto las
gozosas como aquellas que se padecen en soledad – como si se
tratara de una larga letanía de cadáveres desenterrados, cuchillos,
mujeres dormidas, cipreses huesudos, cenizas flotando y fotografías
que tan solo amarillean cuando el whisky o la ginebra de la madrugada
gotea sobre ellas. La primera lectura de este libro produce una
impresión sobrecogedora, por eso resulta conveniente tenerlo
abandonado durante una temporada en la parte más recóndita de la
biblioteca, no vaya a ser que nos contagie la desesperación. Neruda
era un vividor en el buen sentido de la palabra. Leyendo sus
magníficas memorias, asombra la capacidad de este hombre para
deambular por el planeta sin más equipaje que la lluvia, el alcohol,
los ferrocarriles, las pipas humeantes de tabaco y los mascarones de
proa que recuperaba de todos los barcos hundidos. Las mujeres, más
que pertenecerle, parecen atravesarle hasta el fondo de las
separaciones, quedando tras su paso algo parecido a una disciplina
monacal que convenientemente distraía con racimos de uvas,
eneasílabos, muelles, tabernas proletarias y largas horas tumbado
sobre cualquier cama. Es indudable que el compromiso político que
fue adquiriendo con el transcurrir de los años, restó hondura
melancólica a su poesía pero no por eso disminuyó la calidad,
aunque, eso sí, se obra hizo más industrial y menos artesana, más
previsible y menos sorprendente. A mi modo de entender, a Neruda
siempre le ha faltado un músico que acertara con la melodía de sus
versos, dejando al margen el poderoso intento de Paco Ibañez, tan
poco reconocido... De este modo las generaciones futuras tendrían
más facilidad para acceder a su obra ya que, debido a la
proliferación de máquinas que reproducen todo tipo de música, en
este tiempo tan cantarín, todo lo que no se canta tiende a
desvanecerse en el olvido lo mismo que los días felices, el aleteo
de las mariposas o los radios rotos de una bicicleta abandonada,
resquebrajada y recubierta de musgo.
En fin, he aquí una pequeña muestra de su inmenso talento.
En fin, he aquí una pequeña muestra de su inmenso talento.
TANGO
DEL VIUDO
OH
Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,
y
habrás insultado el recuerdo de mi madre
llamándola
perra podrida y madre de perros,
ya
habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer
mirando
mis viejos zapatos vacíos para siempre
y
ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos, mis
comidas,
sin
maldecirme en voz alta como si estuviera allí aún
quejándome
del trópico de los coolíes corringhis,
de
las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño
y
de los espantosos ingleses que odio todavía.
Maligna,
la verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola!
He
llegado otra vez a los dormitorios solitarios,
a
almorzar en los restaurantes comida fría, y otra vez
tiro
al suelo los pantalones y las camisas,
no
hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las paredes.
Cuánta
sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte,
y
qué amenazadores me parecen los nombres de los meses,
y
la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.
Enterrado
junto al cocotero hallarás más tarde
el
cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras,
y
ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina
acostumbrado
al peso de tu mano y al brillo de tu pie:
bajo
la humedad de la tierra, entre las sordas raíces,
de
los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre,
y
la espesa tierra no comprende tu nombre
hecho
de impenetrables substancias divinas.
Así
como me aflige pensar en el claro día de tus piernas
recostadas
como detenidas y duras aguas solares,
y
la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos,
y
el perro de furia que asilas en el corazón,
así
también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora,
y
respiro en el aire la ceniza y lo destruido,
el
largo, solitario espacio que me rodea para siempre.
Daría
este viento del mar gigante por tu brusca respiración
oída
en largas noches sin mezcla de olvido,
uniéndose
a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo.
Y
por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa,
como
vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada,
cuántas
veces entregaría este coro de sombras que poseo,
y
el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma,
y
la paloma de sangre que está solitaria en mi frente
llamando
cosas desaparecidas, seres desaparecidos,
substancias
extrañamente inseparables y perdidas.
Y Olga Manzano y Manuel Picón? Creo que no estarán a la altura de tu criterio estético ¿no?
ResponderEliminarSe me habían olvidado, cosas de la edad, supongo. Gracias por recordarmelo.
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