Los
dirigentes del Partido Popular consideran que aún no se han cometido
bastante barbarides urbanísticas en nuestro litoral así que,
tratando de devolver los favores a quienes les procuran la placentera
vida que llevan, a saber, los constructores, están decididos a
modificar la Actual Ley de Costas. Así lo relataba como noticia el
digital de "El País" el pasado domingo: "Tres
padres de la actual Ley
de Costas,
vigente desde 1988, ven en los cambios introducidos por el PP en esta
norma una oportunidad clara para rellenar de cemento los pocos huecos
que quedan en el litoral español. Los autores de la norma actual,
creada durante un Gobierno socialista, advierten de que se está
desprotegiendo una franja de 80 metros, casi la longitud mínima de
un campo de fútbol, y que se abrirá la posibilidad de edificar
muchos tramos de costa para usos residenciales que ahora no son
edificables. Los guardianes de esta nueva oportunidad de negocio
serán los Ayuntamientos, eso sí, con el control de las comunidades.
Las novedades se han colado de forma sibilina en la reforma de la Ley
de Costas, denominada proyecto de Ley
de Protección y Uso Sostenible del Litoral. "
No
importa que los medios de comunicación dediquen todos sus esfuerzos
a relatarnos las peripecias de Barcenas, las chapuzas de Urdangarín
o las catástrofes venideras anunciadas por un sin fin de
prestigiosos economistas que fueron incapaces de vislumbrar la
descomunal crisis economica en la que ya hace más de tres años que venimos chapoteando, lo que realmente está desintegrando la
democracia española está íntimamente relacionado con lo que esta
noticia relata: los poderes locales llevan muchos años controlados
por mafias; mafias dedicadas al negocio de la construcción, aunque
tampoco le hacen ascos al tráfico de drogas, dinero, armas, personas
o al cada vez más próspero negocio de la prostitución.
Las mafias
arrasaron el país durante los años de la burbuja inmobiliaria.
Literalmente. Los municipios - costeros, sobre todo, lindantes con
grandes ciudades o con espacios protegidos por su singular belleza
paisajística - fueron tomados por empresas constructoras de dudosa
titularidad que no repararon en gastos para comprar la voluntad de
los alcaldes, concejales, policías jueces y demás representantes de
los poderes públicos en su afán de recalificar terrenos y hacerse con todos las hectáreas de dominio público posibles. No fueron hechos casuales ni esporádicos.
Tampoco figuraciones periodísticas. Lamentablemente fueron una
constante en esa época de dinero barato, hipotecas, adosados,
urbanizaciones residenciales y campos de golf, muchos, muchos campos
de golf; época que al parecer los dirigentes del Partido popular
quieren resucitar con la promulgación de las modificaciones en la Actual Ley de Costas.
En
nuestro país, hace ya mucho tiempo, que no hay ningún otro negocio, salvo tal vez el de la
prostitución. Ningún otro. Los últimos gobiernos no hicieron
carreteras, ni hospitales, ni institutos, ni industrias, no
fomentaron el desarrollo tecnológico ni cuidaron nuestro riquísimo patrimonio cultural, se limitaron a crear
las condiciones favorables para que las empresas constructoras se
adueñasen de los ayuntamientos, con el propósito de recibir a
cambio, eso sí, cantidades ingentes de dinero que mantengan
perfectamente engrasada la poderosa maquinaria de propaganda de los
partidos políticos. Las reformas estatutarias que tanto asustaron
en su día fueron una broma en comparación con lo que sucedió en
las instituciones del poder local - casualmente las que están más
próximas a los ciudadanos. Todo eso modificó las costumbres
nacionales, así que los jóvenes captaron el mensaje: para prosperar
en nuestro país ya no resultaba necesario estudiar, ni investigar,
ni trabajar, ni tan siquiera medrar, bastaba con especular con el
solar patrio. Como habían hecho los listos. Ya saben, no creo que
haga falta dar nombres. Lo demás, como supongo que los jóvenes de
ahora ya se habrán dado cuenta, son ganas de engrosar las
desoladoras cifras del desempleo o de perder el tiempo en trabajos de
mierda por un puñetero salario de mierda.
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