miércoles, 17 de abril de 2013

Estafadores



  Hará algo más de una década, palmo más, palmo menos, se desató la fiebre de la llamada nueva economía - también conocida como "capitalismo popular" - que propició que muchos inversores modestos invirtieran sus ahorros en las empresas relacionadas con las nuevas tecnologías. El capitalismo ya no se conformaba con la plusvalía del obrero sino que también trataba de extraer sus ganancias del bolsillo de los ahorradores. En aquellos días no había asesor, banco o analista financiero que no te recomendara hacerte con unas cuantas acciones de esas empresas con la garantía, aseguraban, de proporcionarte un dinero inmediato, tangible, fácil y duplicado – como es bien sabido, más nos pierde la codicia que los demás pecados capitales juntos y cuando “teniendo ocasión no la aprovechas, como escribió Salustio, por demás siempre la esperarás ya pasada” -. Lo cierto es que una vez remitida la fiebre inicial, consumada la quiebra de muchas de estas empresas, arruinadas muchas de las firmas punto.com y desacreditada la llamada nueva economía, se descubrió pocos años después que muchas de esas sociedades de análisis bursátil, como la norteamericana Merryl Lynch, no hacían, entonces, más que proporcionar informaciones falsas con el único propósito de estafar a los modestos inversores; a todos aquellos, por ejemplo, que entre otras trampas, cayeron en la de Terra, no se si lo recuerdan, aquel sobrevaloradísimo portal en Internet de Telefónica.


Todo aquel estrépito fue una excepción en la dilatada historia de las estafas, porque los grandes negocios, en realidad, siempre se han hecho con discreción. Muchas fortunas, por ejemplo, proceden de manejar esta discreción como si fuese un mapa del tesoro, una combinación secreta de cualquier caja fuerte o una cualidad heredada en algún brumoso, turbio y remoto paraíso fiscal.


El dinero de toda la vida necesita silencio para reproducirse. No la continua ostentación de algunos de los políticos socialistas durante las décadas pasadas, ni tampoco su exhibicionismo de grandes negocios cerrados en restaurantes de cinco tenedores, sino este torvo, profundo e inquietante silencio que ahora se respira en los despachos de la derecha, en las oficinas de las multinacionales, en las agencias de cambio bursátil y en demás entidades financieras. A pesar que últimamente se están sucediendo noticias sobre la delincuencia de las grandes empresas – cuentas amañadas en Bankia, por ejemplo, venta de preferentes por parte de bancos y cajas de ahorros, cuentas ocultas en sociedades industriales como Pescanova, trucos contables en los créditos concedidos por los bancos a los partidos políticos y connivencias de Arthur Andersen y otras sociedades auditoras con sus clientes preferenciales - no puede negarse que el hombre de hoy, al igual que el de siempre, continúa siendo un animal gregario, conformista, confiado. Seguramente por eso la mayoría de nosotros todavía tenemos nuestro dinero depositado en la cuenta corriente de cualquier banco, sin advertir que el único propósito de los banqueros, como escribiera Henry Miller, es enseñarnos a ahorrar para así poder estafarnos con nuestro propio dinero.



1 comentario:

  1. Muy interesante y muy bien expresado. Es una pena la situación que vivimos actualmente y como el dinero mueve a las personas... Muchas gracias por compartir esta información y un saludo.

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