Hará algo más de una década, palmo más, palmo menos, se desató la fiebre de la llamada nueva
economía - también conocida como "capitalismo popular" - que propició que muchos inversores modestos invirtieran
sus ahorros en las empresas relacionadas con las nuevas tecnologías.
El capitalismo ya no se conformaba con la plusvalía del obrero sino
que también trataba de extraer sus ganancias del bolsillo de los
ahorradores. En aquellos días no había asesor, banco o analista
financiero que no te recomendara hacerte con unas cuantas acciones de
esas empresas con la garantía, aseguraban, de proporcionarte un
dinero inmediato, tangible, fácil y duplicado – como es bien
sabido, más nos pierde la codicia que los demás pecados capitales
juntos y cuando “teniendo ocasión no la aprovechas, como escribió
Salustio, por demás siempre la esperarás ya pasada” -. Lo cierto
es que una vez remitida la fiebre inicial, consumada la quiebra de
muchas de estas empresas, arruinadas muchas de las firmas punto.com y
desacreditada la llamada nueva economía, se descubrió pocos años
después que muchas de esas sociedades de análisis bursátil, como
la norteamericana Merryl Lynch, no hacían, entonces, más que
proporcionar informaciones falsas con el único propósito de estafar
a los modestos inversores; a todos aquellos, por ejemplo, que entre
otras trampas, cayeron en la de Terra, no se si lo recuerdan, aquel
sobrevaloradísimo portal en Internet de Telefónica.
Todo aquel
estrépito fue una excepción en la dilatada historia de las estafas,
porque los grandes negocios, en realidad, siempre se han hecho con
discreción. Muchas fortunas, por ejemplo, proceden de manejar esta
discreción como si fuese un mapa del tesoro, una combinación
secreta de cualquier caja fuerte o una cualidad heredada en algún
brumoso, turbio y remoto paraíso fiscal.
El dinero de
toda la vida necesita silencio para reproducirse. No la continua
ostentación de algunos de los políticos socialistas durante las décadas
pasadas, ni tampoco su exhibicionismo de grandes negocios cerrados en
restaurantes de cinco tenedores, sino este torvo, profundo e
inquietante silencio que ahora se respira en los despachos de la
derecha, en las oficinas de las multinacionales, en las agencias de
cambio bursátil y en demás entidades financieras. A pesar que
últimamente se están sucediendo noticias sobre la delincuencia de
las grandes empresas – cuentas amañadas en Bankia, por ejemplo,
venta de preferentes por parte de bancos y cajas de ahorros, cuentas
ocultas en sociedades industriales como Pescanova, trucos contables
en los créditos concedidos por los bancos a los partidos políticos
y connivencias de Arthur Andersen y otras sociedades auditoras con
sus clientes preferenciales - no puede negarse que el hombre de hoy,
al igual que el de siempre, continúa siendo un animal gregario,
conformista, confiado. Seguramente por eso la mayoría de nosotros
todavía tenemos nuestro dinero depositado en la cuenta corriente de
cualquier banco, sin advertir que el único propósito de los
banqueros, como escribiera Henry Miller, es enseñarnos a ahorrar
para así poder estafarnos con nuestro propio dinero.
Muy interesante y muy bien expresado. Es una pena la situación que vivimos actualmente y como el dinero mueve a las personas... Muchas gracias por compartir esta información y un saludo.
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