En
la historia de nuestras costumbres y de nuestra peculiar manera de
entender el mundo, hay ciertas conductas sociales que nos son tan
propias que se diría que las hemos inventado: hablar a gritos, por
ejemplo, remover Roma con Santiago hasta conseguir que alguien de la
familia meta la cabeza dentro de la administración pública, zanjar
cualquier discusión con la legendaria retahíla de "no sabe
usted con quién está hablando" o dejarnos los cuartos sobre la
barra de cualquier bar apostando a ver quién la tiene más grande.
Todas estas conductas nos son tan propias que me extraña que no se
hayan reflejado en alguno de los articulos de nuestra constitución
para así tratar de entendernos un poco mejor y no sorprendernos tanto a
nosotros mismos, aunque, no sé, puestos a buscar una singularidad
que realmente nos caracterice, tal vez en la constitución debería
haberse reflejado esa costumbre tan nacional de pasarnos la vida
hablando de lo que no sabemos: los periodistas y los políticos, por
ejemplo, hablamos de todo sin saber de nada; los hombres de las
mujeres como si estas hubieran venido al mundo con un manual de
instrucciones; los que nunca han jugado al fútbol hablan de regates,
saques de esquina y penaltis como si alguna vez hubieran empatado con
Maradona y los curas, que es a lo que ibamos, llevan siglos gastando
más saliva hablando de la familia, del matrimonio y del aborto que
de lo que, supuestamente, saben y además están obligados a
practicar; o sea de las bondades del celibato, el poder de la
oración, el amor, no carnal, a nuestros semejantes, niños
incluidos, y el misterio de la fé - tan arbitrario en la mayoría de
las ocasiones que parece que se tratara, tan solo, de un juego de azar más...
El
misterio es para la religión lo que el secreto para el Estado: una
zona inaccesible que rodea a Dios y a los dirigentes. Solo mediante
ciertos ritos, algunos elegidos pueden penetrar en ese espacio
secreto, recóndito, reservado... Se requieren juramentos,
vestiduras, unguentos y palabras esotéricas para celebrar la
ceremonia de iniciación y traspasar, así, al interior de ese
enigmático espacio, aunque apenas franqueado el umbral de ese
arcano los iniciados descubran que ese espacio sagrado esta lleno de
delincuentes, en el caso del Estado, y de hombres perplejos ante la
magnitud de su ignorancia, en el caso de la religión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario