domingo, 14 de abril de 2013

Dali


Los artistas muertos son una magnífica fuente de ingresos para la hacienda de los estados, así, estos días, nuestras instituciones culturales más  importantes, en concreto, el Museo Reina Sofía abre una espectacular exposición, tras su éxito parisiense, de uno de los personajes más sorprendentes de nuestra tradición cultural. En un tiempo anterior al aplastante dominio que los medios de comunicación han terminado ejerciendo sobre todas las actividades que se desarrollan en el planeta, Salvador Dalí y Doménech descubrió que le resultaba mucho más rentable dejarse crecer un ridículo bigote, pasear un pollo con una cadena por las calles de París o hablar siempre con una voz hinchada, grave y campanuda, que dedicar el tiempo a pintar relojes blandos, tigres sin dentadura, paisajes de Cadaqués o retratos de señoras en rojo sobre un fondo gris. La propaganda de sí mismo - o sea, eso que ahora llamamos marketing - fue el gran descubrimiento de este excelente dibujante y pintor mediocre obsesionado no solo con el dinero sino también con la masturbación, el exhibicionismo, el tamaño de sus genitales y las demenciales relaciones que mantuvo con la que fuera primera mujer del inmenso poeta Paul Eluard: la indescriptible Gala.

Hoy vivimos en un mundo publicitario. Todo sirve para la publicidad. Tal vez porque la esencia de nuestra vida es convertirlo todo en material publicitario, tanto lo sublime como lo rutinario. Pero en aquella época fue Salvador Dalí quién descubrió que no había modo alguno de llamar la atención si no era escandalizando a la burguesía provinciana, católica y sentimental que, en aquellos días, detentaba no solo el poder sino también el dinero – por lo menos hasta que el patriarca del surrealismo, el francés André Breton, liquidara una época con aquello tan tajante y tan certero de “el escándalo ha muerto”.


El descubrimiento realizado por Salvador Dalí durante la segunda mitad del siglo veinte, ha condicionado el desarrollo de nuestra cultura, si es que nuestra cultura ha sido capaz de avanzar un milímetro más allá del Romancero Gitano de Lorca y el Concierto de Aranjuez del maestro Rodrigo. Los escritores, cineastas, cantantes, intelectuales y artistas que pretenden acaparar la actualidad están obligados a chapotear constantemente en la superficie de la sociedad desplazando toneladas de fluido que, por lo general, no se corresponden con la entidad de su trabajo, sino con el sexto sentido que han desarrollado para la autopromoción; o lo que es lo mismo para estar siempre en el sitio oportuno en el momento oportuno. No hay otra manera de tener éxito. Ninguna otra. De Salvador Dalí hasta Pedro Almodóvar, pasando por el inenarrable Camilo José Cela, la cultura en España, con perdón, se ha convertido en un asunto de agencias de publicidad, amiguetes, promociones narcisistas, escándalos minuciosamente calculados y pollos que todavía se pasean con cadena por las calles de un Madrid hortera, grasiento, vecinal y casposo.




2 comentarios:

  1. Creo que tienes razón ¿hay vía de enmienda para esto?

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    1. No, me parece que. Creo esto viene siendo así desde hace mucho tiempo y es irreversible. Gracias por tu comentario.

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