martes, 9 de abril de 2013

Recuerdo de Neruda

Un recuerdo al inmenso Neruda ahora que están exhumando su pobre cadáver.


           Lo contrario de un recitador de la talla de Pío Muriedas, rapsoda de procedencia bilbaína que  paso media vida declamando versos de insignes poetas por los tugurios de la capital cantabra, era Pablo Neruda – que declamaba sus propios versos con una monotonía insufrible – pero aún así ni siquiera el propio poeta chileno pudo disminuir la excelente calidad de sus poemas; sobre todo de los incluidos en su libro “Residencia en la tierra”. Este libro contiene, a mi juicio, todos los sustantivos, todas las imágenes de la nostalgia, todas las incidencias de la pasión amorosa - tanto las gozosas como aquellas que se padecen en soledad – como si se tratara de una larga letanía de cadáveres desenterrados, cuchillos, mujeres dormidas, cipreses huesudos, cenizas flotando y fotografías que tan solo amarillean cuando el whisky o la ginebra de la madrugada gotea sobre ellas. La primera lectura de este libro produce una impresión sobrecogedora, por eso resulta conveniente tenerlo abandonado durante una temporada en la parte más recóndita de la biblioteca, no vaya a ser que nos contagie la desesperación. Neruda era un vividor en el buen sentido de la palabra. Leyendo sus magníficas memorias, asombra la capacidad de este hombre para deambular por el planeta sin más equipaje que la lluvia, el alcohol, los ferrocarriles, las pipas humeantes de tabaco y los mascarones de proa que recuperaba de todos los barcos hundidos. Las mujeres, más que pertenecerle, parecen atravesarle hasta el fondo de las separaciones, quedando tras su paso algo parecido a una disciplina monacal que convenientemente distraía con racimos de uvas, eneasílabos, muelles, tabernas proletarias y largas horas tumbado sobre cualquier cama. Es indudable que el compromiso político que fue adquiriendo con el transcurrir de los años, restó hondura melancólica a su poesía pero no por eso disminuyó la calidad, aunque, eso sí, se obra hizo más industrial y menos artesana, más previsible y menos sorprendente. A mi modo de entender, a Neruda siempre le ha faltado un músico que acertara con la melodía de sus versos, dejando al margen el poderoso intento de Paco Ibañez, tan poco reconocido... De este modo las generaciones futuras tendrían más facilidad para acceder a su obra ya que, debido a la proliferación de máquinas que reproducen todo tipo de música, en este tiempo tan cantarín, todo lo que no se canta tiende a desvanecerse en el olvido lo mismo que los días felices, el aleteo de las mariposas o los radios rotos de una bicicleta abandonada, resquebrajada y recubierta de musgo.

          En fin, he aquí una pequeña muestra de su inmenso talento.





TANGO DEL VIUDO


OH Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,
y habrás insultado el recuerdo de mi madre
llamándola perra podrida y madre de perros,
ya habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer
mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre
y ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos, mis comidas,
sin maldecirme en voz alta como si estuviera allí aún 
quejándome del trópico de los coolíes corringhis, 
de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño 
y de los espantosos ingleses que odio todavía.

Maligna, la verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola! 
He llegado otra vez a los dormitorios solitarios, 
a almorzar en los restaurantes comida fría, y otra vez 
tiro al suelo los pantalones y las camisas, 
no hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las paredes. 
Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte,
y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses,
y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.

Enterrado junto al cocotero hallarás más tarde 
el cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras,
y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina
acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie:
bajo la humedad de la tierra, entre las sordas raíces,
de los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre,
y la espesa tierra no comprende tu nombre
hecho de impenetrables substancias divinas.

Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas
recostadas como detenidas y duras aguas solares, 
y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos,
y el perro de furia que asilas en el corazón, 
así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora, 
y respiro en el aire la ceniza y lo destruido, 
el largo, solitario espacio que me rodea para siempre.

Daría este viento del mar gigante por tu brusca respiración 
oída en largas noches sin mezcla de olvido, 
uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo. 
Y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa, 
como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada, 
cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo, 
y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma,
y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente
llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos,

substancias extrañamente inseparables y perdidas.

2 comentarios:

  1. Y Olga Manzano y Manuel Picón? Creo que no estarán a la altura de tu criterio estético ¿no?

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    1. Se me habían olvidado, cosas de la edad, supongo. Gracias por recordarmelo.

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